Los cronistas de la época, como Hermenegildo Miralles (Panorama Nacional. Bellezas de España y sus colonias. Un gran panorama y 14 fotografías. c. 1.900). dan cuenta de la animación y el movimiento de la plaza del mercado, especialmente en determinadas horas del día.
El ambiente era un buen ejemplo de las costumbres y la sencillez de los habitantes de Zaragoza de principios del siglo XX. En su crónica de 1.900 el viajero todavía pudo identificar las marcas dejadas por los combates de 1.808, así como los balcones y toldos bajo los que se asentaban las tiendas. Delante de ellas se amontonaban barriles, sacos, cajas y canastas con los productos de la agricultura aragonesa, de las que destacaban las frutas y hortalizas.
Hermenegildo Miralles señaló la sencillez de los puestos y los mostradores en consonancia con la sobriedad de los residentes. A pesar de la falta de brillo y pomposidad, el relator subrayó las bondades de los productos expuestos. Por último, señalamos que el cronista destacó la pureza del ambiente y la luminosidad que inundaba la plaza, dignos, según sus palabras de «la contemplación y el estudio de un artista».
Ese ambiente y autenticidad es el que debemos preservar, pero adaptándonos a la realidad del siglo XXI. En eso estamos.