Una parte fundamental del dinamismo de la ciudad de Zaragoza se debe, desde sus orígenes, al mercado y a la actividad comercial. Los romanos ubicaron el mercado de la colonia de Caesaraugusta en la actual plaza de la Seo, generando un espacio de atracción y de actividad comercial que contribuyó decididamente al desarrollo de la colonia.
En plena etapa de madurez del Reino de Aragón, los monarcas aragoneses otorgaron a Zaragoza rango de capital de estado, otorgando especial relevancia a la actividad comercial en la capital.
Hay que imaginar el mercado como un lugar en el que desarrollaban su actividad ganaderos y hortelanos, transportistas por tierra o por agua, los ediles e inspectores cuya función era velar por la equidad en las transacciones y por supuesto, los compradores que acudían a realizar allí sus compras de todos los artículos que necesitaban.
La ubicación del mercado en su emplazamiento actual comienza a principios del siglo XIII, cuando Pedro II decidió trasladar el «almudí» o lonja de pan y el «alfolí» o pósito de sal desde las inmediaciones de la Puerta Cineja, en la actual entrada al Tubo desde la Plaza de España, hasta su presente ubicación. Esta decisión la tomó poco antes de morir batallando en Muret (cerca de Toulouse) para defender a sus vasallos del Mediodía francés del Papa. Tras su muerte, su hijo Jaime I El Conquistador ratificó la decisión de su padre de trasladar el pan y la sal hasta el lugar donde se ubica el Mercado Central, decisión que fue determinante para configurar un espacio comercial que se mantiene hasta hoy en día.
La decisión del jóven rey Jaime I fue adoptada en 1.218, cuando contaba con solamente diez años de edad. Naturalmente siguió las indicaciones de sus consejeros que reforzaban la jurisdicción de los ganaderos contra los cuatreros, favoreciendo asimismo a los moradores del recientemente creado ensanche extramuros en barrio de San Pablo. Jaime I decretó que los solares de la zona fueran la sede fija del mercado y el lugar de celebración de la feria anual de ganado que tenía lugar durante una quincena en torno a San Juan Bautista.
Aquella feria anual consolidó el barrio de San Pablo y su entorno como lugar en que se desarrollaban, además de la mencionada feria quincenal, otras actividades,como por ejemplo: ejecuciones públicas, lutos oficiales, congregaciones vecinales, fiestas populares, torneos de caballeros y manifestaciones de júbilo y revueltas. En definitiva, este espacio se convirtió en el centro neurálgico de la ciudad.
En 2018 estaremos otra vez de aniversario para conmemorar la acertada decisión de aquel jóven rey Jaime I que tanto contribuyó a engrandecer el Reino de Aragón, con capital en Zaragoza.