Aunque el edificio se inauguró en 1903, lo hizo sobre un lugar en el que desde hace más de ochocientos años se vienen realizando actividades mercantiles, seña de identidad de toda urbe que se precie. Así, no hay vida, ni ciudad, ni sin mercado.
A comienzos del siglo XIII Pedro II decidió trasladar el emplazamiento del almudí o lonja de pan y el alfolí o pósito de la sal desde su anterior emplazamiento en la Puerta Cineja (actual plaza de España) hasta donde hoy se erige el edificio del Mercado Central. Tomó esta decisión poco antes de partir para luchar y vencer en la batalla de Navas de Tolosa y de morir combatiendo al objeto de defender a sus vasallos del Mediodía francés contra las tropas del Papa.
El joven rey Jaime I el Conquistador con tan solo diez años, siguiendo los sabios consejos de sus preceptores, decidió impulsar el deseo de su difunto padre Pedro II. En 1218 decretó el traslado definitivo del mercado a su emplazamiento actual. Con esta decisión reforzaba la jurisdicción de los ganaderos contra los ladrones de ganado y apoyaba los pobladores de San Pablo, la nueva zona de expansión de la ciudad fuera de las murallas romanas. Además decretó que cada año tuviera lugar una feria anual de quince días de duración para San Juan Bautista.
El novísimo barrio de San Pablo se diseñó siguiendo una traza urbana regular fuera de la ciudad amurallada colindante con la Puerta de Toledo, una de las cuatro puertas principales de la muralla. Sería escenario de solemnidades públicas, ejecuciones, regocijos y lutos oficiales, congregaciones vecinales, fiestas populares y de manifestaciones de júbilo y también de protesta. Tanto se «desmadró» allí todo, que Jaime II, llamado el justo, creyó oportuno prohibir en la zona los burdeles al concentrarse un gran número de ellos.
El mercado quedó definitivamente asentado en su actual emplazamiento, estando bajo la protección real. Aquí sigue contando además con el apoyo de la población zaragozana, a la que sirve y seguirá sirviendo muchos años más. Eso sí, teniendo siempre presente las necesidades de los actuales habitantes de la ciudad. Pero eso es parte de la historia, que aún queda por escribir…