Nos dirigimos esta semana al puesto de fruta y verdura de Iñaqui y Carmen, conocidos como los “Pocholos” para charlar un ratito con Carmen.
Comienza recordando a sus padres con una trayectoria de más de cincuenta años en el mercado. Aquí se conocieron y se enamoraron trabajando como empleados de puestos de fruta y verdura. Posteriormente regentaron su propio puesto que pasaron a Carmen. Nuevamente estamos ante el verdadero sentido y valor del mercado, no solo como un mero centro comercial, sino como un lugar de relación, de vida y de contacto entre las personas que aquí trabajaron y trabajan. Es esa esencia lo que atrae a los clientes, los destinatarios de los desvelos y esfuerzos de los trabajadores y trabajadoras del mercado.
Es inevitable preguntarle por el origen del mote “pocholo”. Una tía de su padre Leonardo quedó prendada del atractivo del joven Leonardo y le salió espontáneamente llamarle “pocholo”. Cuando los padres de Carmen iniciaron su actividad por cuenta propia, eligieron esa misma denominación y Carmen, como no podría ser de otro modo, adoptó de buen grado ese mote.
Al principio reconoce Carmen que el mercado no era lo suyo. Nos confiesa que acudía contrariada a ayudar a sus padres, ya que ella había elegido otro sector del comercio, la lencería. En dicho sector trabajó casi veinte años, primero empleada por una conocida empresa aragonesa y posteriormente regentando su propio negocio. Al final reconoce que lo que a ella le gusta es vender y atender a las personas. Ya en sus juegos infantiles jugaba a vender cosas, quedando así grabado en su memoria el gusto por la venta y sobre todo por el trato humano, que es lo que le hace sentirse feliz.
Es inevitable fijar nuestra atención en la foto de sus padres Carmen y Leonardo que decora el lateral de su puesto y que Carmen trasladará a su nuevo puesto cuando se rehabilite el mercado. Un curioso “santuario” preside la parte superior del fondo de la parada. Entre las figuras destacan las de la Virgen del Pilar, la Virgen de Covadonga que recuerda los orígenes asturianos de su padre y un San Pancracio que esconde un billete, en este caso de doscientas pesetas, con la sana y feliz intención de atraer las ventas que les proporcionen recursos económicos para ganarse el sustento. Nos señala que muchos de los ornamentos y figuras que ocupan su “santuario” han sido regalados por los clientes.
Siguiendo el recorrido por la decoración de su puesto, nos detenemos en un cartel regalado por un cliente en el que reza lo siguiente:
Completamos el recorrido leyendo un diploma colgado junto a la foto de sus padres. El diploma expedido en 1992 por el administrador y el inspector veterinario reconoce los méritos de la madre de Carmen diciendo:
“A María del Carmen Salvador Val, la persona más trabajadora y simpática del prestigioso Mercado Central Lanuza”.
Este reconocimiento hace honor a la herencia recibida de sus padres y no solo patrimonial, sino de conocimiento y de entusiasmo por la actividad comercial. Su madre Carmen, ya jubilada, comparte con entusiasmo el devenir del mercado y confía vivir la reapertura del mismo tras la necesaria reforma que tendrá lugar próximamente.
Sería injusto no mencionar a Iñaqui, el marido de Carmen y el pilar en el que se apoya para regentar el puesto. Al principio tuvo que adquirir los conocimientos precisos para desempeñar el oficio, para el que es imprescindible saber elegir y comprar los productos que posteriormente se ponen a la venta. En ese proceso de aprendizaje contó con el apoyo de Leonardo, el padre de Carmen, al que acompañó de madrugada a comprar a los mayoristas, para después montar la exposición y despachar en el puesto. Un esfuerzo extenuante, pero que al final ha merecido la pena. Escuchando este punto, un cliente que estaba comparando nos interrumpe educadamente y nos señala que en los Pocholos siempre le ofrecer productos de confianza y eso es lo que le hace seguir acudiendo a realizar sus compras.
La pregunta final se refiere a su visión de futuro en el mercado tras la rehabilitación. Tarda unos segundos en contestar, cierra los ojos y finalmente nos responde sonriendo que se imagina en un mercado con puestos más amplios, siguiendo una estética uniforme y en el que se pueda apreciar toda la belleza de la ornamentación diseñada por Felix Navarro. Se ve rodeada de sus compañeros y compañeras con los que intercambia frases y comentarios, casi siempre jocosos que desatan las risas y el buen humor, del que inevitablemente se contagiarán los clientes. Con respecto a estos últimos, se imagina el nuevo mercado con los clientes de siempre y a otros nuevos de edades más tempranas, disfrutando de las compras y del contacto humano, seña de identidad e insignia de nuestro formato comercial. Finaliza afirmando que las personas estamos necesitadas de cariño y de comprensión que solo se puede transmitir de persona a persona, sin la intermediación de medios cibernéticos.
Agradecemos muy sinceramente a Carmen el buen rato que nos ha hecho pasar y confiamos en haber sabido transmitir la alegría y entusiasmo que nos ha regalado.