La caída del imperio romano supuso el derrumbe de las estructuras socioeconómicas que habían prevalecido durante unos cuatrocientos años. La ausencia de una autoridad fuerte que garantizara la seguridad en las vías de comunicación, uno de los principales logros de la dominación romana, supuso un deterioro de la actividad comercial en las otrora boyantes ciudades romanas, como la colonia romana de Caesaraugusta.
La dominación visigoda no pudo restituir el antiguo esplendor comercial de Caesaraugusta, que hubo de esperar para su repunte a la conquista musulmana de la ciudad que tuvo lugar en el año 714. Los nuevos regentes pronto se percataron de la privilegiada ubicación geoestratégica de la antigua colonia romana, que se vio acentuada cuando la ciudad asumió el papel del enclave más importante de la frontera norte de al-Andalus.
La confluencia de los ríos Huerva, Gállego y Ebro permitieron la generación de excedentes agropecuarios que propiciaron el repunte comercial de la ciudad de Saraqusta, denominación que tomó la ciudad bajo el dominio musulmán. Los cronistas musulmanes, como Al-Himyarí reconocieron que Zaragoza disfrutaba del territorio más fértil y los vergeles más numerosos de todo Alandalus. Tal era la productividad agrícola, que en años de abundancia la sobreproducción de fruta se reutilizaba como abono de los campos.
La huerta de Saraqusta se extendía a lo largo las riberas de los ríos de la ciudad, configurando una «mancha verde» que resaltaba del semiárido terreno del Valle del Ebro. Los productos suministrados eran: uva, trigo, higos, cerezas, peras, melocotones, ciruelas, habas, garbanzos y otros vegetales. Estos productos llegaban a la ciudad a bordo de barcazas que navegaban el Ebro.
Además de las frutas y hortalizas cabe resaltar la ganadería. Los pieles de los animales proporcionaban la materia prima para las pequeñas industrias que se encargaban de curtir el cuero para la producción de objetos que se distribuían por todo al-Andalus, como por ejemplo pellizas de piel. La industria también producía paños de algodón, lino, cáñamo y seda. Los «zaragocíes», vestidos confeccionados con dichos paños, eran reconocidos por su elegancia y calidad.
El zoco o espacio comercial de las medinas musulmanas era una parte fundamental de la trama urbana, Saraqusta contaba con dos zonas de concentración comercial, la primera en el entorno de la mezquita mayor, actualmente ocupado por la catedral del Salvador y el segundo en el entorno de la puerta Cineja. Fieles a su tradición comercial los judíos se alternaban con los musulmanes. La calle Azoque (mercado) recuerda esta actividad comercial.
En las puertas laterales del mercado Central, Felix Navarro quiso homenajear la actividad comercial de Saraqusta, haciendo esculpir la palabra «ZOCO» en la decoración escultórica visible sobre los citados accesos. Los detallistas de hoy siguen fieles a esa actividad comercial, distribuyendo productos de alimentación, muchos de ellos procedentes de las explotaciones agropecuarias del valle del Ebro.