Alejandro Redondo (38 años) representa la tercera generación de carniceros de la Carnicería Redondo, que lleva abierta desde 1953. Empezó en el negocio con 16 años trabajando con otros profesionales hasta que con 19 se incorporó al puesto familiar. Su padre se jubila en breve, así que no le queda mucho para tomar el relevo, aunque su madre seguirá echándole una mano.
“Es un oficio en el que hay que echar muchas horas pero me gusta –confiesa–, tengo a mis clientas fijas que vienen a verme y me dan la vida”. La cercanía en el trato, precisamente, es una de las cosas que más valoran profesionales como Alejandro y, también, las personas que acuden a comprar al Mercado Central.
Este carnicero asegura que su profesión ha cambiado bastante, “por la maquinaria que se utiliza ahora y el tipo de venta”. “En la actualidad –prosigue–, el producto se demanda muy limpio, sin hueso, sin nervios, sin grasa… Cada vez que mira más la salud y se estilan menos las carnes y los despieces para guisos o asados”. En fin, que la plancha es la gran herramienta de cocina hoy en día.
Alejandro ofrece bastantes productos cárnicos de Soria. Es una de sus especialidades: los torreznos, el chorizo, el picadillo y, sobre todo, el cordero de Ólvega. “Es un poco más grande que nuestro ternasco porque se cría de otra manera, pero tiene una carne muy fina”, asegura. Este carnicero no se ve en el futuro fuera del Mercado Central. “Es mi casa, donde lo he aprendido todo y no creo que en ningún otro sitio vaya a encontrar el cariño y el magnífico trato personal que tengo con la clientela”, concluye.
Texto: Revista número 7. Alejandro Toquero