José ignacio, segunda generación de carniceros en el Mercado

La carnicería de José Ignacio se encuentra en la fachada norte del mercado, que es la que está justo enfrente de las murallas romanas. Lleva en el mercado prácticamente toda su vida laboral, ya que comenzó en el puesto de sus padres en el año 1982. Esta circunstancia nos da pié a preguntarle cómo era el mercado antes de la gran reforma del año 1986. Antes de esa fecha el mercado contaba con casi 400 puntos de venta, entre bancos, cajones y puestos de obra, distribuidos a lo largo de cuatro pasillos. El punto de administración se ubicaba en esa misma zona norte, en un altillo accesible mediante una escalera de caracol, hoy desaparecida. José Ignacio recuerda esa época en «blanco y negro» y con una sensación de oscuridad.

«Recuerdo en blanco y negro la época anterior a la reforma de 1986»

Tras la gran reforma del 86 todo pareció cobrar vida, brillo y color, como así se lo ratificaron los clientes procedentes de todos los barrios de Zaragoza y de localidades cercanas. El mercado se reabrió tras cuatro meses cerrado con un aspecto nuevo y con menos puntos de venta (de unos 400 se pasó a los 190 actuales). Antes del inicio de las obras se realizaron trabajos de pintado de la estructura interior, causando molestias a los detallistas y clientes al colocar andamios para el pintado de la estructura metálica.

Recuerda con agrado el trato que ha mantenido durante todos estos años con los clientes.  Por citar un ejemplo, nos cuenta que muchas clientas aguardaban a que les atendiera su madre Ildefonsa para poder confesarle sus preocupaciones e inquietudes. Muchas de ellas pasaron a contárselo a él, cuando su madre se jubiló. Todavía queda un puñado de aquellas personas a las que ha venido atendiendo durante años  y escuchando cómo le contaban que sus hijos e hijas se casaban, se divorciaban incluso y finalmente se iban quedando solos. José Ignacio es de la opinión que para las personas mayores, la separación de los hijos constituye un trauma mayor o equiparable a quedarse viudas. Lo anterior demuestra, según José Ignacio, el vínculo que se establece en el mercado entre los tenderos y los clientes. La relación se basa en la confianza depositada por los clientes en la calidad de los productos y en la confidencialidad, que les hace a los clientes sentirse escuchados en sus inquietudes más profundas.

«En los tiempos actuales, hay más información pero menos comunicación interpersonal».

La afirmación anterior parece paradójica, pero es su percepción personal. Piensa que muchas de las conversaciones, incluso en el ámbito familiar, son banales y no abordan los sentimientos. Se está perdiendo la relación interpersonal y directa, que queda enmascarada de instrumentos y medios tecnológicos que parecen facilitar la comunicación, cuando en realidad es todo lo contrario.

Nos centramos ahora en su actividad comercial, que ha continuado con la línea marcada por su padre José y que se diferencia en la venta de carne de mayor. Esta especialización es muy apreciada por el colectivo de emigrantes y  residentes en núcleos rurales que son los consumidores de estos productos de toda la vida. Los nacionales suelen ser personas de edad, conocedoras de esta carne, más que los jóvenes, pues saben cómo cocinarla.

El nuevo mercado lo ve con esperanza, aunque no esconde manifestar la dificultad que supone adaptarse a las exigencias y demandas del sector de población jóven y de mediana edad que realiza sus compras habituales en otros formatos comerciales.

Nos despedimos agradeciéndole su tiempo y el habernos podido ilustrar los tiempos anteriores a la reforma de 1986.

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